Este comentario iba a ser sobre la televisión. Gabi quería escribir acerca de la idea de mis viejos de no ver televisión, o al menos no tanta, o no sé qué. Porque yo no miraba cuando no la tenía y era muy chiquitito como para verla aunque la tuviese. Pero en la época del Mundial de Alemania yo ya andaba en dos patas por el mundo, y allá en la casa de Castelar me enojaba cuando no me dejaban ver lo que yo quería. Ahora no me enojo, pero les hago entender que se corran, que me tapan la visión.
Así, como estoy en la foto, esa pose de petrificado como si estuviera congelado como Walt Disney, es como me pongo cuando veo los Backardigans. Son unos dinosaurios y pingüinitos que juegan en el patio de sus casas y están llenos de imaginación, colores y música. Son lindos estos, Generalmente repiten los mismos capítulos. Es un formato simple, se crean diez capítulos, barato, si funciona los repiten a morir. Luego largan para que los papis nos compres la taza, la frazada, el cuaderno y todo el mercadeo que se les pueda ocurrir. Así, el tema es muy rentable. Como el otro, ese violeta feo que no sé qué tiene que nos gusta a todos. Barney, yo no sé qué tiene, pero nos gusta a todos.
Gabi, que es un poco hincha guindas, se me paró delante de la televisión como tres veces. Lo hacía para obligarme a decirle que se corra. Yo le decía, con la mano y con el mmnnmm, mmmnnnnm, gesticulado. Pero él quiere que hable. Me pregunto para qué querrá que hable. Cuando empiece a hablar le voy a hacer tantas preguntas que va a querer que vuelva con mi vocabulario básico de papá, mamá, abu, ese, afuera y alguna palabrita más que sé decir pero que ahorita no sé recordar.
Bueno, el comentario de la foto terminaría acá, porque como no le hablé, se fue a buscar la cámara para escracharme en el blog de como miro tele. Se cree que a mí me jode. No me jode, Gabi, no me jode.
Si hubiera habido solo dos comentarios, el segundo hubiera sido sobre Morena y yo. Yo con Morena me re divierto, porque la corro por todos lados y ella me corre a mí. Antes me daba un poco de asquito los besitos que me daba, por eso, esta vez le empecé a dar besitos yo. Le gané, porque me le tiraba encima cuando ella quería dormir en el sillón.
El sillón no es para dormir Morena, es para correr y saltar como corro y salto yo. De un lado a otro una y otra vez, riendo y riendo de felicidad. Y Morena que me esquivaba, se iba para el otro lado de donde iba yo y miraba con carita de pobrecita, así con las orejitas para abajo, en señal de “ayúdenme con este hombrecito”.
Después encontré una pelotita roja, de esas bien chiquitas que una vez regalaban con la Coca Cola. No me acuerdo para qué Mundial fue, porque además yo no estaba. Creo que fue para Francia ’98, según dice Gabi. Lo que sea que diga el tío, tiré la esférica abajo del sillón, y el tío, que tiene mucha fuerza, lo levantó y le dijo a Morena que agarre la pelotita, y ¡la agarró! ¡Qué risa!
Ahora viene la parte que me da vergüenza. Pero el tío quiere poner esto, así que como me ayuda con el blog (ya lo dije antes, que cuando aprenda, chau tío, suerte) tengo que conceder algo, aunque lo que viene ahora se trate, justamente, de poca concesión.
Por pasos. Paso 1. Recuerdan que me he ganado un felicitado en este blog por no haber pillado por la noche y de avisar de cuando me venía la caca. Bueno, esto que hice fue una caca. Literalmente, me fui debajo de la mesa y de cayetano me largué el producto de mis tripas. ¡Qué olor! Antes, con los pañales y la teta no salía con este perfume, pero ahora, santas cachuchas malolientas, Batman.
Paso 2. Por suerte para el tío, que fue quien me descubrió, estaba mi mamá que se tiene que bancar estas cosas. Se puso a lavar el pantalón y como la tía Ale se estaba bañando en ese preciso instante, pues adentro, desinfección.
Paso 3. Mucho a la ducha no me quise meter, pero la Ale se las arregló para ponerme bonito otra vez. Gabi me secó y desenredó el pelo, y entre los dos me estaban vistiendo cuando en eso llega mi viejo.
Paso 4. Y ya le tengo dicho a la vieja, y ella lo sabe, que cuando suena el timbre quiero yo a atender. Sí, aunque estemos en la casa de lo tíos y aunque Morena haga lo mismo. Pero, a la señora se le ocurre olvidarse. ¡Ah! ¿Te olvidaste? Cagaste. Lloro, berrinche, no saludo nada a papá, no quiero nada, no quiero calmarme, no, no, ¡¿eh?! ¿qué? Sí, prum prum shi, shi.
Paso 5. Me encanta ir en el auto del tío. Todos me querían calmar, algunos con suavidad, como mamá y la tía, otros con autoridad, como papá y el tío, hasta que el tío se iluminó y me ofreció lo del prum prum. Las lágrimas desaparecieron como bife de chorizo en oferta de las góndolas del super.
Entonces, acá comienza la secuencia prum prum-helado.
Adónde me llevaría el tío. Seguramente, a dar unas vueltas a la manzana. Eso le aconsejaron.
Pero el tío es un maestro, no sé bien qué enseña, pero a los que hacen cosas copadas en este tierra les llaman maestros, o hijo de puta. Eso también se usa para cuando uno conduce, pero no entiendo bien porqué. Por lo menos no es sinónimo de maestro como cuando el tío hace un golazo con los muchachos de la oficina.
El maestro me llevó a la heladería. Eran como las once de la noche, llamó a las tías Ana y Cinti, y las pasamos a buscar con un kilo de helado y seis cucuruchos. Sí, helado, aunque sea pleno invierno, ¿acaso no toman café en verano ustedes?
Ahí estoy con el chocolate hasta las orejas. Todos comieron doble porción, menos el maestro que anda otra vez, por vigésima cuarta vez, tratando de bajar el colesterol y los triglicéridos. Yo le diría que no se gaste, que la única forma de bajarlos es si construye una casa en un subsuelo o si se toma un subterráneo. Porque se cuida dos meses y después come hasta reventar.
Riquísimo y buenísima la idea. Porque nos hablamos todos encima de todos y nos vimos un rato, y nos reímos, y un poco nos escuchamos, y como diría la tía Cinti, y naaa, no sé, qué sé yo.
La tía Ana hubiera hablado mucho más de cualquier otra cosa italiana que se le hubiese ocurrido. Es tan tana tana que cuando suena la campana de la iglesi, en vez de escuchar tan tan tan, ella escucha tan tana tana tan tana tana.
Este ya suspiró un par de veces. Seguí escribiendo, querés. Lo tengo que tener cortito para que me haga caso. Dale tío, tipeá.
Bueno, ahí estamos todos. Sacamos como cinco fotos, pero siempre pasaba algo. La primera salió muy clara por el flash y porque estaban todas las luces encendidas. Después Vero que cierra los ojos. Alejandra dice que es porque parpadea mucho. Para mí es que ya se olvidó de cuando fue Miss Teenager. Ya voy a poner fotos de mis viejos y sus tiempos de juventud y les contaré lo que ellos me cuenten.
Después, Gabriel que se olvidó de poner el automático y el no salió. Después se olvidó el flash y quedó todo negro como el negro de acá a la vuelta. ¿Vieron que en todos los barrios vive el negro, el tano, el gallego, el gordo, etc.? Es que no somos muy originales.
En otra cerré los ojos yo. En esta mi vieja no sé qué hace y mi viejo no sé qué mira, pero ya el tío estaba cansado y dijo, como en la ruleta, no va más. Nos puso a todos en el auto y nos llevó cada uno a casa. Y dijo lo que yo le pido que escriba ahora: ¡Chau!